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Pocholo, el imprescindible amigo del deporte y los deportistas.

La última nota debemos escribirla nosotros. Entre lágrimas y con el corazón aún palpitando en la garganta, no haremos una crónica de su partida, somos conscientes de que debemos despedir a un verdadero amigo y con los honores que merecen las buenas personas.

Pocholo fue mucho más que un extraordinario jefe de prensa del Club de Regatas Corrientes y un periodista apasionado del deporte, fue un gran amigo del deporte y los deportistas. Sabía muy bien que el deporte se mide en medallas y campeonatos, pero, a fin de cuentas, nos enaltece en el sacrificio y la amistad. ¿A quién le interesa una medalla o un trofeo si no tiene un amigo que lo acompañe a entrenar todos los días? Nosotros aprendimos muy bien esa regla, porque justamente, después de abandonar el deporte cuando teníamos muchas posibilidades de participar en un Juego Olímpico (Federico Scribano dejó de nadar cuando quedó, con diecinueve  años, a tan solo cinco centésimas del tiempo requerido), volvimos simplemente para encontrarnos, para reconocernos como amigos usando como excusa el deporte; y cuando volvimos Pocholo estuvo ahí para recibirnos con una sonrisa.

Nunca nos había olvidado, no sólo recordaba nuestros nombres, se acordaba de toda nuestra trayectoria deportiva, y cuando decidimos participar en un torneo de natación máster en Paraguay (¿a quién le podría importar que un grupo de nadadores máster fueran a un torneo de natación a Paraguay?), él le dio tanta importancia que hasta nos inventó un apodo. Hasta entonces, la “Joven Guardia no era para nosotros más que un grupo argentino de rock que había popularizado la canción “El extraño de pelo largo”, pero Pocholo nos había bautizado mentando ese lugar común para enseñarnos que nuestro deporte estaba mucho más allá de los nombres propios,  sabía muy bien que el deporte no es ajeno a los tiempos de la vida y que, tarde o temprano, a todos nos llegaría el momento de poner fin a nuestro viaje.

Bien sabía que en la despedida -que lamentablemente le llegó primero a él-, no importarían las medallas ni los campeonatos, de la misma manera que tampoco a nosotros hoy nos importa si sus notas eran mejores o peores que las de otros periodistas. Por más que le hubieran dado un Pulitzer, lo único que hoy el corazón nos dice es que perdimos a un gran amigo y sólo por eso lloramos su partida. Pocholo reivindicaba el deporte más puro y por eso juntos profesábamos la misma religión, la que rinde culto a un dios que enseña a disponer el espíritu para mantener la mente y cuerpo sano (Orandum est ut sit mens sana in corpore sano), en un mundo que solo reconoce el éxito del primero y a cualquier precio.

Pocholo siempre luchó por el deporte amateur -particularmente por nosotros-, simplemente porque amaba el deporte. No importaba la categoría (infantil, juvenil, de primera o máster), ni tampoco la entidad del torneo (local, nacional o internacional), Pocholo siempre nos seguía de cerca y estaba preocupado por cada detalle de la natación, por más pequeño y fútil que fuera. Su cariño era tan grande que cada vez que lo veíamos, nos sentíamos en deuda.

Pocholo fue un grande del deporte, un amigo de esos imprescindibles. Nos deja muchas notas pedidas en la red y varias entrevistas, pero lo más importante: nos lega el recuerdo imborrable de un gran amigo del deporte y los deportistas que vivirá por siempre en nuestros corazones.

Sus AMIGOS de la Joven Guardia.

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